Natalia era la administradora de aquella sala de masajes, ella era una joven de hermosos ojos verdes que dejaban ver el vació en su interior solitario, con tes de un intenso color moreno. Ha sus 31 anos su cuerpo demostraba 16 por su adicción a las drogas y su bulimia incontrolable. Era oriunda de otra ciudad por lo que vivía en una de las habitaciones, refugiada en su propia soledad; un genio de los mil demonios pero excesivamente voluble dependiendo si tenia o no, para ella ese valioso y adictivo polvo llamado cocaína, sus dientes dejaban ver el gran número de años dejando gobernar su vida por aquella droga infernal.
A diferencia de las masajistas, ella jamas recibió dinero por sus servicios sexuales en repetidas ocasiones le hicieron jugosas propuestas a las cuales su respuesta siempre fue negativa, pero si prefería tener sexo con todo aquel chico guapo que se lo propusiera, fornican dolos con aquella pasión loca que a muchos nos proporciona la cocaína, en las escaleras después del cierre ya que en aquel spa para caballeros había un circuito cerrado de televisión muy bien llamado por sus chicas, la casa estudio, los únicos lugares que no tenían cámara eran las salas por obvias razones, pero antes de llegar a la primera de ellas tenias que pasar mínimo por dos cámaras por lo cual el lugar preferido para ella eran las escaleras de la entrada. Una persona con unos sentimientos maravillosos, Pero en el interior de su alma había una persona quebrada por los golpes, esos golpes que la vida sabe darnos. Sueños e ilusiones rotas, cegados por ese inevitable desenlace del cual muchos de nosotros tememos, la muerte, culpable en muchas ocasiones de sueños y propósitos perdidos.
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